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Buceo Donostiwww.buceodonosti.com

11.000 metros de viaje submarino

Para hacerse una idea de lo que son casi 11.000 metros por debajo de la superficie marina es conveniente recurrir a comparaciones. Esta es la altura sobre el suelo a la que vuelan los aviones comerciales, superando en casi 3.000 metros la cima del Everest. A esa profundidad, la presión es 1.100 veces mayor que a nivel del mar, suficiente para aplastar casi cualquier organismo o artefacto. Casi; desde 1960, tres sumergibles han descendido a la Fosa de las Marianas, en el Pacífico, el punto más profundo de los océanos de la Tierra. El último en lograrlo ha sido el Nereus, un minisubmarino robotizado que ha demostrado poder llegar donde ningún otro vehículo en servicio alcanza. Pero la tecnología no ha hecho sino conquistar lo que ya había logrado la naturaleza: los antecesores de Nereus ya encontraron vida en el fondo de las Marianas.

El pasado 31 de mayo, Nereus completó su primera inmersión con éxito al Abismo de Challenger, el seno más hondo de la fosa, donde marcó una profundidad de 10.902 metros. El sumergible fue manejado a distancia a través de un cable que lo unía a su buque nodriza, el barco oceanográfico Kilo Moana. Los dos únicos anteriores visitantes a este mundo hostil, el batiscafo tripulado Trieste en 1960 y el robot japonés Kaiko entre 1995 y 1998, registraron respectivamente 10.916 y 10.911 metros. Dado que ninguno de los dos continúa operativo, Nereus es hoy el único sumergible capaz de bajar a tal profundidad, que casi duplica la accesiblepara otros minisubmarinos experimentales. Según el director del proyecto, Andy Bowen, "ahora podemos explorar cualquier lugar del océano". "Creo que marca el principio de una nueva era en la exploración", agregó.

Según el director del proyecto, "marca una nueva era en la exploración de los océanos"

Retos técnicos

Nereus es la criatura del equipo de científicos que Bowen dirige en la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI), en Massachusetts (EEUU). Su desarrollo ha recorrido una carrera de obstáculos para superar los complejos retos técnicos, que requirieron el desarrollo de nuevas tecnologías para lograr un vehículo híbrido que pudiera operar tanto de forma autónoma como a control remoto, a grandes profundidades y llevando una carga suficiente de instrumental científico.

El resultado es un aparato de doble casco cerámico de poco más de cuatro metros de eslora, con un peso de casi tres toneladas y una carga útil de 25 kilos. La flotabilidad se logra con unas 800 esferas cerámicas huecas en cada casco, capaces de resistir presiones inmensas. La iluminación y la energía han adaptado soluciones ya disponibles: diodos LED y más de 4.000 baterías de ion-litio, similares a las de los teléfonos móviles.

Su energía procede de 4.000 baterías de ion-litio, como las de los teléfonos móviles

El hecho de disponer de su propia energía distingue al Nereus de otros minisubmarinos, que se alimentan desde la superficie mediante un cable de cobre reforzado con acero. A esto hay que unir un hilo de fibra óptica, necesario para maniobrar el aparato y transmitir datos. En el Nereus, un cable así habría colapsado bajo su propio peso, así que los ingenieros optaron por dotar al sumergible de autonomía energética y restringir la línea a un hilo de fibra óptica, fino como un cabello y compuesto de fibra de vidrio y plástico. Dos pequeños contenedores almacenan los rollos de este hilo, con una longitud total de 40 kilómetros.

Además del manejo por control remoto, el Nereus puede desconectarse del cable y operar de manera autónoma siguiendo una programación. Los científicos piensan emplear esta modalidad planeando a profundidades medias para cartografiar grandes extensiones del fondo marino. En cuanto a sus operaciones sobre el terreno, posado en el lecho oceánico, el aparato dispone de un brazo robótico hidráulico y una cesta para recogida de pequeñas muestras.

Un tesoro científico

Se maneja desde un buque nodriza al que le conecta una fibra óptica de 40 kilómetros

En su bautismo de agua, el minisumergible Nereus estuvo 10 horas grabando imágenes del fondo marino y recolectando ejemplares biológicos y sustrato. Para los geólogos es un lugar de especial interés, ya que se trata de un frente de reciclaje de la corteza terrestre, donde la placa tectónica del Pacífico se destruye al enterrarse bajo la placa de las Marianas.

Según la geóloga de la expedición Patty Fryer, de la Universidad de Hawai, "las muestras incluyen sedimento de las placas tectónicas que se tocan en la fosa y, por primera vez, rocas expuestas de la corteza profunda cercana al manto terrestre". Fryer señaló que habrá más datos cuando las muestras se analicen este verano.

Los pioneros del abismo

En 1960, el suizo de origen belga Jacques Piccard descendió a la Fosa de las Marianas en el batiscafo ‘Trieste’ que había construido junto a su padre Auguste, piloto de globo poseedor del récord de altitud. El ‘Trieste’ consistía en un habitáculo esférico de dos metros de diámetro adosado a la panza de un enorme tanque de combustible. La expedición se llevó a cabo bajo los auspicios de la Marina de EEUU, que compró el ‘Trieste’.

El teniente Don Walsh acompañó a Piccard en un arriesgado descenso que se completó con éxito, pero que se suspendió a los 20 minutos de tocar fondo, cuando los tripulantes escucharon un sonoro crujido y detectaron grietas en las ventanillas. Ha sido el único descenso tripulado al Abismo de Challenger. El ‘Trieste’ fue retirado del servicio en 1966 y Piccard falleció en 2008, con su récord aún intacto. Como el ‘Trieste’ no llevaba instrumentos ni cámaras, la hazaña no tuvo repercusión científica, aunque los tripulantes pudieron observar formas de vida en las aguas abisales.

El robot japonés ‘Kaiko’ descendió tres veces a la Fosa de las Marianas entre 1995 y 1998. Durante una inmersión en 2003, el cable que lo unía a su buque nodriza se rompió y el ‘Kaiko’ se perdió en el mar.

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