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Cientos de aficionados al buceo de todo el mundo acuden cada año al norte de la región filipina de Palawan para adentrarse en el 'cementerio' de buques japoneses hundidos durante la II Guerra Mundial conocido como la 'Flota de Corón'.
Por sólo 3.000 pesos (unos 60 dólares) al día, se pueden efectuar hasta tres inmersiones de entre 30 minutos y una hora, dependiendo de la profundidad elegida, y la tarifa incluye instructor, el traslado en barco, las botellas, el alquiler del equipo y la comida.
Aunque algunos naufragios están reservados para los buceadores más expertos por estar situados a más de 35 metros de profundidad, incluso los más noveles pueden visitar el cañonero encallado en los arrecifes del islote de Tangat.
Ubicado en un desnivel a sólo 25 metros de la costa, la proa se encuentra a tres de la superficie y es posible adentrarse en casi todo el interior con una excelente visibilidad, además de estar rodeado por un vasto arrecife de coral que da cobijo a enormes peces murciélago, voraces morenas, y hasta relucientes perlas.
Por su parte, el carguero 'Olympia Maru', de 112 metros de eslora, dispone de tantos compartimentos que es imposible verlos todos en una única inmersión.
Al este de Tangat, se encuentra otro inmenso buque de suministro sin nombre cuya bodega reventada por los proyectiles estadounidenses ha sido totalmente repoblada por la fauna marina, aunque en este barco conviene resguardarse de los coloridos peces escorpión, cuyo potente veneno ha provocado la muerte a numerosos submarinistas.
El naufragio más abismal es el 'Irako Maru', coto privado de los buceadores más expertos, que deben estar preparados para administrar la sensación de embriaguez que provoca en el organismo el nitrógeno del aire comprimido a más de 40 metros de profundidad.
También es posible visitar los cargueros 'Kogyu', 'Kyokuzan', 'Okikawa' y 'Taiei' o el conocido como 'Skeleton Wreck', un pequeño destructor nipón que primero fue impactado por las bombas y luego quedó totalmente destruido al estrellarse contra la costa del norte de la isla de Corón.
La considerada como 'joya' de este 'cementerio hundido' es el 'Akitsushima', el único buque de guerra de la flota hundida y que todavía conserva intactos sus cuatro motores, al tiempo que la grúa que usaba para izar mar los barcos patrulleros yace casi erecta sobre el lecho marino, envuelta en una nube de peces entre los que alguna vez puede observarse alguna barracuda.
Poco antes de las 06.00 (hora local) del 24 de septiembre de 1944, casi 130 cazabombarderos 'Hellcatt' y 'Helldiver' de las fuerzas de Estados Unidos despegaron del portaaviones 'USS Lexington' para lanzar un ataque aéreo por sorpresa contra 24 navíos de la flota japonesa atracada en la Bahía de Corón.
La Armada Imperial nipona decidió trasladarse a esta zona al norte de Palawan para huir de la ofensiva estadounidense que había sufrido sólo tres días antes cerca de Manila, donde casi veinte de sus buques fueron hundidos.
Pero las fuerzas de EEUU, al mando del almirante William Halsey, descubrieron el emplazamiento de los navíos enemigos camuflados como islas, pues durante días se dedicaron a detectar cuáles se movían y además interceptaron comunicaciones por radio con el mando central.
En sólo un cuarto de hora de asedio, la aviación estadounidense envió al fondo del mar a 15 buques, mientras el resto quedaron dañados, con lo que Halsey pudo resarcirse de no haber participado en la Batalla de Midway por una baja médica.
Finalmente, nuevos bombardeos arrasaron las naves que todavía quedaban a flote y sólo el petrolero Kamoi pudo ser evacuado al puerto de Hong Kong.
La ofensiva sobre Palawan, unos 600 kilómetros al sureste de la capital, fue el primer paso de la operación que permitió el desembarco un mes después en Leyte de las tropas aliadas lideradas por el general Douglas MacArthur, y que casi un año después, el 2 de septiembre de 1945, culminó en la liberación de Filipinas.
Este testimonio de la ocupación militar japonesa, uno de los episodios más negativos de la historia reciente del país y durante el cual perdieron la vida cerca de un millón de filipinos, se ha convertido en los últimos años y gracias al submarinismo en una de sus mayores atracciones turísticas.
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