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Secretos de las profundidades

Avilés tiene el tercer cañón del mundo por su cercanía a la costa y no se trata, precisamente, de una pieza de artillería. La herida continental de la falla de Ventaniella, una fractura geológica que se diluye en las profundidades marinas, da origen a un accidente geográfico que a tan sólo ocho millas de la entrada de la ría alcanza 4.000 metros de profundidad.

En este enclave misterioso -a partir de los 80 metros reina la oscuridad, en la zona afótica- habitan y conviven especies como el kraken (calamar gigante) de Julio Verne, corales blancos, algas, tiburones, múltiples cetáceos en su superficie y también especies pesqueras de interés comercial.

Algunos biólogos, como Ricardo Anadón, reclaman para el cañón de Avilés la misma protección que ya tiene El Cachucho: una montaña submarina existente a sesenta kilómetros de la costa de Llanes que ha sido declarada como el primer parque natural marino de España. Otros, como el oceanógrafo José Luis Acuña, creen también que el cañón avilesino debería ser área marina protegida, con el visto bueno de los pescadores.

El responsable de la Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas, Luis Laria, conoce bien el cañón de Avilés. «En distintas zonas del planeta existen cañones y el de Avilés es uno de los más importantes del mundo por su diversidad y riqueza biológica», afirma.

Y añade: «El cañón, como el Cantábrico, todavía nos dará muchas sorpresas porque aún no nos hemos detenido a mirarlo». De ahí que su sueño es que progresen las investigaciones. Cuantas más, mejor. Los resultados podrían beneficiar a los pescadores e influir también en el turismo. No en todos los sitios se avistan los calamares gigantes que ya describió Verne y que, a pesar de ser cosmopolitas, en esta cuantía sólo se han visto en Nueva Zelanda, Japón y la costa cantábrica: el «Architeuthis», en Carrandi, y el «Taningia danae», con especial relevancia en el cañón de Avilés.

La organización WWF/Adena solicitó igualmente la protección de este accidente geográfico, y Océana, organización internacional que trabaja para proteger y recuperar los océanos del mundo, consideró «que es urgente proteger estas zonas para asegurar la supervivencia de cientos de especies». El buque de este colectivo encontró el pasado año uno de los ecosistemas de corales «más frágiles e importantes de Europa» gracias a la utilización de un robot submarino con capacidad para descender a 600 metros de profundidad.

Pero ¿qué se oculta en el cañón de Avilés? Según Luis Laria, vida. En la superficie, las aves tienen presencia habitual, destacando, entre otras, el alcatraz, el colimbo, el arao común, el alca, el frailecillo y la pardela, entre otros muchos. También habitan en el cañón una importante cantidad de mamíferos marinos. «El delfín mular se observa prácticamente todos los días en el cañón de Avilés, son grupos familiares de hasta cuarenta y cinco miembros», explica Laria. Las marsopas -el cetáceo más pequeño en aguas europeas-, la tonina, el delfín común y el listado conviven igualmente en las proximidades de la ría avilesina con el calderón común, los zifios y, ocasionalmente, el cachalote pigmeo.

¿Y los grandes cetáceos? El cañón de Avilés también tiene cabida para ellos. Los navegantes pueden observar, especialmente en primavera y otoño, el rorcual común, el aliblanco y, ocasionalmente, cachalotes. En otras regiones, a juicio de Laria, la presencia de estos animales ya se utiliza como reclamo turístico. El cañón de Avilés es a su vez la guarida de especies endémicas, si bien, según el director del Cepesma, el cambio climático está afectando al litoral asturiano. «Nosotros llevamos cuatro años haciendo un estudio en la costa asturiana y hemos apreciado que hasta el cabo Vidio han desaparecido las laminarias (un género de algas pardas de gran tamaño)», destacó Laria, quien precisó que si bien en el cañón de Avilés es importante el número de especies endémicas, también lo es de alóctonas.

Entre la desembocadura del Nalón y Candás se localiza el 60 por ciento de especies provenientes de otros mares que arriban a la península Ibérica, como el caso del «Trachipterus arcticus», el «Regalecus glesnes», el «Iljimaia lopeii», los tarpones u otros como el «Balistes monocerus» o los «Lagocephalus».

La falla de Ventaniella ha hecho también del cañón el refugio del tiburón anguila, un animal de aspecto primitivo que apenas ha evolucionado desde tiempos remotos. El último se halló en Japón y causó un gran revuelo. Laria afirmó que en el cañón de Avilés han sido localizados cuatro de estos tiburones, ahora en posesión del Cepesma, al igual que otras muchas especies raras por sus peculiaridades, casi anecdóticas, como siete ejemplares de rape albino, bogavantes con tres pinzas, peces abisales como el pejesapo espinoso, los duendes negros, el «Himantolophus groenlandicus», el «Melanocetus johnsoni» o cefalópodos como el «Grimpoteuthis», varias especies de «Histioteuthis» o el «Vampitoteuthis infernalis», entre otras muchas especies de radiolarios (protozoos), esponjas lámparas, corales blancos y gorgoniáceas.

Como curiosidad relevante, según Laria, en el cañón también viven especies pogonóforas, como la «Lamellibranchia luimesi», un gusano tubicora bentónico que puede alcanzar hasta los 250 años de edad. «La importancia de la biodiversidad y de la necesidad de concienciación y estudio del cañón de Avilés creo que está más que clara», concluyó el responsable de la Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas.

¿Y por qué existe tanta diversidad en el cañón? La geografía altera la hidrodinámica de esta zona: las corrientes marinas de Avilés son muy distintas de las de Gijón, por ejemplo. En invierno, las corrientes en el Cantábrico toman como dirección Francia y en verano algunas de ellas transitan a merced de las termoclinas contrariamente hacia el Atlántico, partiendo del golfo de Vizcaya. Lo normal es que en el verano disminuyan los nutrientes, sin embargo, cuando se llega al cañón esto no sucede, se mezclan las distintas capas con facilidad y da comienzo una cadena trófica más rica, es decir, el movimiento acuático facilita el incremento del placton y otros nutrientes. El cañón de Avilés promete ser así una aventura de 4.000 metros de profundidad para todo aquel que se adentre.

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